Por
Alfonso Laso Bermeo
Hablar de tango es nombrar a Gardel.
No descubrimos nada nuevo al afirmar que no hubo otro igual. Y tuvo el mérito
de popularizar el tango en Europa y en América, entonces los principales
centros para quienes pretendían llevar un mensaje musical en esa época, las
décadas del diez, del veinte y del treinta hasta su muerte, hecho que se
produjo cuando había llegado al estrellato. El mundo se conmovió con la muerte
de Gardel, el zorzal criollo, la máxima expresión del tango por voz, por
sentimiento, por ángel, por figura. El morocho del Abasto logró, a su paso por
la tierra, llevar el tango a los más apartados rincones y resultó ser el más
grande embajador argentino de todos los tiempos en el campo del arte, de la
música. Gardel es tango y tango es Argentina.